José Luis Cuevas, año 1955
Sin duda, en la historia del arte mexicano no se dejará de mencionar la obra de José Luis Cuevas (1934-2017), dibujante, escultor y grabador quien desde niño ya comenzaba su gusto por el dibujo, quizás porque nació en los altos de una fábrica de lápices y papeles en el centro de la Ciudad de México.
“Sus dibujos tienen valor autónomo, son obras concluidas, así funcionen como antecedentes a otros dibujos, a las esculturas, a los grabados que ha producido o a las telas, incluyendo el ya legendario Mural efímero”, así definió su trabajo artístico la crítica de arte Teresa del Conde (1935-2017) en su libro “Textos Dispares”, en el que realiza un análisis sobre el arte mexicano del siglo XX, comenzando por la obra de Julio Ruelas a partir de Goya, el renacimiento mexicano, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Siqueiros, Frida Kahlo, Rufino Tamayo y el surrealismo.
En el apartado que le dedica a Cuevas, la crítica de arte menciona que su obra es “abierta” en el sentido de la interpretación de Umberto Eco, sus piezas son aptas para la interpretación individual de quienes las ven detenidamente. Su trabajo se inserta en la denominación del expresionismo fantástico sometiendo escenas y personajes a partir de su propio sentir.
Ambos, José Luis Cuevas y Teresa del Conde, casi de la misma edad, pertenecieron a la generación de la ruptura y fallecieron este año.
Durante su trayectoria artística, a Cuevas se le caracterizó por haber denunciado y publicado su opinión sobre el estancamiento por el cual atravesaba esa época el arte mexicano.
Escribió la famosa carta publicada por Fernando Benítez “La cortina de nopal”, en la cual expresaba la inconformidad del encierro nacionalista y la necesidad de nutrirse del arte universal.
Esperemos que su recuerdo no sólo se quede en un homenaje en Palacio de Bellas Artes, y su obra se exponga en otros estados y museos del país.
José Luis Cuevas, siameses, 2004.
Facebook: Ada Lorena Periodista
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